'La ciudad hablando en cada silencio.'
 
 
 
Tus venas están muertas, la sangre que se atreve a cruzarte de un lado a otro está moribunda, mis ganas de pasearte se han convertido en rechazo, en olvido, en desgana, en anorexia.
Una luz verde que me permita atravesarte la espina dorsal, tranquilo, tengo mugrientos besos de sobra para abonarte después, no me iré sin darte la remuneración que mereces.
Escucho desde aquí los rugidos de tus tripas, los gritos desesperados que las vísceras a las que tan poco les importas lanzan a estas horas de la madrugada y, querido, permíteme decirte que por momentos me gustaría ser una de ellas y vivir ajena a todo lo que tengo que cavilar desde uno de los rincones que escondes en tu esencia.
Empiezo a pensar que deambular por tu esqueleto se me queda corto, igual necesito a alguien que me ayude a escapar de tus vértebras y me hunda en tus costillas.
Quizá nos estemos acostumbrando a ser juntos y, lo siento, pero me prometí que jamás me aclimataría a ti.


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