'La llamaban la chica de las piernas de cristal.' 

 
Creo que fue el sendero que me dejó tu hierático hermetismo el que me llevó a esnifar un poco de esa inspiración que desprenden los rayos de luz que se cuelan por las rendijas que dejan ver tus flacas clavículas.
Son tantas las veces que he tratado de volver a encontrarme con un poco de ese fármaco que te sale por los poros, que creí que la locura que despertaría en cada una de mis falanges me impediría no declarte la musa oficial de mis malditos desvelos.
¿Quién narices te crees que eres para venir y devastar cada uno de los escondites que tengo guardados bajo la piel? Cuentame, lo quiero guardar en los inexistentes rincones de mi interior. 
Menos mal que he sido capaz de escapar, de saltar cada uno de los charcos que las gotas del sudor que habitaban en tu ausencia han hecho en mi columna vertebral. Menos mal que he sabido disimular el pavor pluscuamperfecto que está cosido a fuego lento en los huecos que has formado entre mis costillas. Menos mal que vivir a base del viento que desprenden tus suspiros no está de moda, porque te juro que no podría soportar ser el centro de atención de la jodida alfombra roja.
Por ti soy un avión sin aeropuerto, pero tranquila, que me las apañaré, aunque haya más viento que nunca. Aunque decidas ser el huracán de los huracanes en cada parpadeo cansado que caracteriza tu nostalgia por las olas saladas.

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