A él le gustaba el fútbol. A ella le gustaban las letras. Fue un fuera de juego. Literalmente.


Y será este maldito viento helado de madrugada que hace dentro de mi habitación, pero tus recuerdos han ido desfilando por delante de mis ojos cerrados durante cada milésima de segundo que mi cuerpo ha aguantado sin convulsionar cada vez que te sentía en el lado derecho de mi cama, en el que tantas veces has amanecido bostezando como un león y estirándote como si tratases de crecer medio millón y medio de centímetros.
Qué bien dueles, campeón.

Qué bien dueles tú y tu mirada del primer día de verano con la que me gritas todas esas cosas que jamás te has atrevido a susurrarme al oído. Qué bien dueles tú y tu sonrisa que aparece después de que casi me mates ahogándome en medio de esa asquerosa playa con el agua verde, la arena removida, las algas en los pies y esos malditos cuarenta grados que me confunden y hacen que piense que ahora la que te quiere matar soy yo, pero a besos. Qué bien dueles tú y esos cuatro pelos mal puestos que te atreves a llamar ‘barba de tres días’ que tan mal te queda y tan bien encaja en la parte este de mi cuello. Qué bien dueles tú y tu ausencia de palabras, tus inexistentes explicaciones y tus malditas caricias que me recitan los mejores poemas de la literatura universal. Qué bien dueles tú y tu capacidad para conseguir que yo, tan insegura en estas cosas, me deje llevar sin preguntar si quiera a dónde me lleva tu cuerpo. Qué bien dueles tú y qué bien duelen tus malditos recuerdos que provocan que llueva en esta maldita habitación en la que nunca más te veré despertar, por mucho que me duela.

1 comentario:

  1. Me alegra haber encontrado tu blog, te expresas muy bien. últimamente cuesta encontrar blogs así, donde las autoras reflexionan de verdad y trasmitan sus sentimientos como tú.

    Nos leemos, un abrazo a la distancia, desde Perú
    Marianne

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