Llueve, corramos por Madrid. 


No me preguntes qué le pasó, porque ni siquiera ella lo sabe. Sus pensamientos más recónditos hablan de que no es más que el aire contaminado de la capital, pero aquello pasó y fue prácticamente hidílico. Allí estaba ella, saliendo de la boca del metro un Domingo por la noche absorta en sus debates mentales sin sentido alguno, levantó la vista y se dio cuenta, su vida había cambiado. Esa ciudad, tan grande, tan hermosa, con tantos desconocidos y entro ellos, ella. Nunca nada volvería a ser como antes, su vida se precipitaba hacia un lugar desconocido, hacia un mundo en el que ya no tenías que soñar, sino luchar por cumplir tus sueños. Ya no era aquella niña enamorada de las letras, ahora era una chica de la gran ciudad dispuesta a comerse el mundo.

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