Su color es vino tinto, me emborracha, la quiero.


Ojos azules como el mar, pelo rojo como el fuego. Así es ella, una mezcla de contrastes. Puede despertarte de la manera más dulce y dejarte el sabor más amargo en la boca cuando se despide. Puedes enamorarte de ella en unas tres escasas semanas y pueden pasar diez meses y seguir teniéndola en tu cabeza y sobretodo, en tu corazón. Es la chica de las mariposas, mi chica de las mariposas. Dice que es su animal preferido, tal vez sea porque su vuelo aparenta libertad o porque sus colores transmiten alegría, como ella. La quiero. Algunos me llamaréis loca, pero es así. 3 semanas, 21 días para conocerla. Ir a clase con ella, comer con ella, que te despierte a la hora de la siesta, que te de las buenas noches antes de dormir, masajes día sí y día también, amor, ella es puro amor. Cuenta que le gusta como escribo, yo cuento que me gusta ella. Ella en todas sus dimensiones. Es catalana, yo soy valenciana, somos amigas, de las de verdad, de las de para siempre, de las de más allá de la distancia. Ella es como el viento, cuando menos te lo esperas aparece y te sonríe. Siempre tiene sonrisas a punto de caramelo para dispararlas a izquierda y a derecha. Siempre está para ti. Siempre.
Andrea Montoya, dicen que nadie entra en tu vida porque sí, que siempre hay un motivo y está claro que tú no eres una excepción. Ya entraste en mi vida y en mi corazón. Ahora solo me queda pedirte una cosa: no salgas nunca de ella, no salgas nunca de él. Te quiero.

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